El activista brasileño Jean Wyllys contesta al Papa. Jean Wyllys es un periodista, escritor y además primer diputado gay fuera del armario de la historia de Brasil. Por si fuera poco es el principal impulsor de un proyecto que busca aprobar el matrimonio igualitario en el país carioca. Por su trascendencia, reproducimos la carta que le dedicó a Benedicto XVI tras sus polémicas declaraciones sobre el matrimonio homosexual en la revista “Carta Capital”, según la traducción de Bruno Bimbi, periodista y activista argentino.
El papa Benedicto XVI dijo que el matrimonio homosexual “amenaza el futuro de la humanidad”.
Yo pensaba que lo que lo amenazaba eran las guerras (muchas de ellas, étnicas o religiosas), el hambre, la miseria económica, la desigualdad y las injusticias sociales, la violencia, el tráfico de drogas y de armas, la corrupción, el crimen organizado, las dictaduras de todo tipo, la supresión de las libertades en diferentes países, los genocidios, la polución ambiental, la destrucción de las florestas, las epidemias… Pero el papa, aun siendo consciente de todos esos males y de que su institución —la Iglesia católica apostólica romana— contribuyó con muchos de ellos a lo largo de la historia occidental, dijo que la humanidad está amenazada por el hecho de que dos hombres o dos mujeres se amen y, por eso, decidan construir un proyecto de vida en común y obtener el reconocimiento legal de esa unión para gozar de derechos ya garantizados a los heterosexuales.
El amor y la felicidad como amenazas contra la humanidad: fue lo que dijo Benedicto XVI.
¡¿El amor, una amenaza?!
De todos los desatinos del papa, este fue el que más me chocó. Tal vez porque su afirmación extravagante y anacrónica viola directamente mi dignidad humana como homosexual visible y orgulloso de mi orientación sexual y de mi formación científica (sí, porque la afirmación de Benedicto XVI parte de la creencia absurda de que el matrimonio civil igualitario va a transformar a todos los hombres y mujeres en homosexuales y va a impedir que todas las mujeres de la tierra recurran a las técnicas de reproducción artificial).
“En vez de dedicar tanto tiempo y esfuerzo en injuriarnos a los homosexuales, el papa podría colocarse en la lucha contra los verdaderos males que amenazan a la humanidad”
“Todas las predicciones apocalípticas que fueron hechas contra la ley de matrimonio civil en Argentina no se cumplieron”
Pero el amor nunca puede ser una amenaza para la humanidad; antes, sí, una salvación para sus peores males, un antídoto contra los venenos que la intoxican, una vacuna contra las enfermedades que la afligen. El papa está equivocado de cabo a rabo. No entendió nada de nada.
Sin embargo, aunque no haya entendido, debería tener un poco de responsabilidad. Sus palabras tienen poder, influencia, entran en la cabeza y en el corazón de millones de personas en el mundo entero. Podría usarlas para hacer el bien. En vez de dedicar tanto tiempo y esfuerzo en injuriarnos a los homosexuales —confieso que no consigo entender el porqué de esa obsesión que tiene con nosotros—, el papa podría colocarse en la lucha contra los verdaderos males que amenazan, sí, a la humanidad. Esos que matan millones, que arruinan vidas, que condenan a pueblos enteros.
Benedicto XVI no puede continuar difundiendo el odio y el prejuicio contra los gays. No puede decir que nosotros, sólo por amar, sólo por reclamar que nuestro amor sea respetado y reconocido, somos “una amenaza”. Por otra parte, porque ese tipo de frases tiene una historia. “¡Los judíos son nuestra desgracia!” (“Die Juden sind unser Unglück!”), dijo el historiador Heinrich von Treitschke, y esa desgraciada expresión, publicada en la revista alemana Der Sturmer y luego usada como lema por los nazis, terminó en lo que terminó. Los homosexuales también lo sabemos: nuestro destino en la Alemania nazi, donde Benedicto XVI pasó su juventud, era el mismo de los judíos, sólo que en vez de la estrella de David, lo que nos identificaba en los campos de concentración era el triángulo rosa. La tragedia del nazismo debería haber servido para aprender que el otro, el diferente, no es una amenaza, ni una desgracia, ni el enemigo. Y nosotros, los homosexuales, no amenazamos a nadie. Nuestro amor es tan bello y saludable como el de cualquiera. Y merecemos el mismo respeto y los mismos derechos que cualquiera.
De la misma manera que sucede ahora con el “matrimonio gay”, el matrimonio entre blancos y negros —llamado, en la época, “matrimonio interracial”— ya fue considerado “antinatural y contrario a la ley de Dios” y una amenaza contra la civilización. En una sentencia de 1966, un tribunal de Virginia que convalidó su prohibición usó estas palabras: “Dios Todopoderoso creó a la razas blanca, negra, amarilla, malaya y roja y las colocó en continentes separados. El hecho de que Él las haya separado demuestra que Él no tenía la intención de que las razas se mezclaran”. El matrimonio entre alemanes “de raza aria” y judíos también fue prohibido por Hitler. Hasta los evangélicos tuvieron el derecho al matrimonio negado en muchos países durante mucho tiempo, porque eran, también, una amenaza —para la Iglesia católica. Parece que algunos pastores no se acuerdan, pero fue así.